La amenaza de los aranceles no es solo un golpe comercial, es una declaración política. Donald Trump lo sabe bien. Más allá de si se aplican o no, la mera insinuación de restricciones comerciales ya provoca el efecto que busca: generar incertidumbre. En el mundo de los negocios, la estabilidad es un activo tan valioso como el capital. Si un inversionista duda sobre si México será un lugar seguro para fabricar, expandirse o trasladar su producción, la batalla ya está parcialmente ganada para el discurso proteccionista del expresidente estadounidense.
El objetivo es evidente, presentar a México como un socio poco confiable, un país en el que las reglas del comercio pueden cambiar de un momento a otro, en el que instalar una fábrica podría significar enfrentarse a una barrera arancelaria inesperada. Un escenario cambiante es un arma que se esgrime sin necesidad de aplicar medidas concretas. La simple mención de restricciones comerciales puede frenar inversiones, reconfigurar planes de expansión y afectar la competitividad de sectores clave. Y aunque hoy los aranceles siguen en el aire, el solo hecho de que se hable de ellos ya ha generado movimientos en los mercados y en la industria manufacturera.
El sector privado en la frontera ya siente la presión. Empresarios han advertido sobre las consecuencias que la incertidumbre comercial está generando en la industria maquiladora.
La Cámara de Comercio de Reynosa y la Coparmex advirtieron que la industria maquiladora enfrenta un escenario complejo. El presidente de la Canaco Reynosa, Gildardo López Hinojosa, afirmó que la imposición de aranceles del 25% pone en riesgo la permanencia de 145 mil empleos en la industria manufacturera de la región.
En tanto, la Coparmex también alertó sobre la inestabilidad que generan estas medidas. Su presidente, Heberardo González Garza, destacó que la cadena de suministro entre México y Estados Unidos perderá competitividad debido al encarecimiento de insumos y a la disrupción de procesos productivos que dependen del comercio transfronterizo.
No es un tema menor. En esta región, el 55% del empleo formal depende de la manufactura de exportación. La relación con Texas no es opcional, es la base de un ecosistema económico profundamente integrado.
Texas, el principal estado exportador de Estados Unidos, mantiene una relación económica estrecha con México. En 2023, envió bienes y servicios al exterior por un valor de 444 mil 600 millones de dólares, representando el 22% del total nacional. Con Canadá, México y China como sus principales socios comerciales, el impacto de las nuevas tarifas ya se percibe en distintos sectores económicos del estado.
Los efectos directos no tardaron en hacerse sentir. La Cámara de Comercio de Laredo, el puerto terrestre más grande del país, alertó en un comunicado que los aranceles golpearán tanto a los consumidores como a las empresas del estado. En la misma línea, los alcaldes de San Antonio y Arlington, Ron Nirenberg y Jim Rossa, dirigieron una carta a los dos senadores texanos en el Congreso estadounidense para manifestar su preocupación por los efectos adversos en la industria manufacturera automotriz.
“Los aranceles representan una amenaza seria para el poder adquisitivo y los trabajos de los tejanos”, afirmaron los alcaldes en un documento, en el que señalaron que más de 10 mil empleos en sus ciudades dependen de la producción de camionetas pick-up de Toyota y General Motors. El mensaje es claro, la imposición de barreras comerciales no solo afecta a México, sino que también sacude la estabilidad económica de Texas y de todo Estados Unidos.
En medio de este escenario, el gobierno de Claudia Sheinbaum ha apostado por mantener la estabilidad. La salida de Rogelio Ramírez de la O de la Secretaría de Hacienda, anunciada desde el inicio de la administración, se ejecutó en un contexto calculado para evitar sobresaltos en los mercados. La llegada de Edgar Amador Zamora como su reemplazo busca enviar una señal de continuidad. No hay improvisación, no hay cambios abruptos, solo un ajuste en la estructura gubernamental que no debe interpretarse como un giro en la política económica del país.
Ramírez de la O, considerado el economista más influyente del país, permanecerá como asesor de la presidencia, lo que da cuenta del interés del gobierno por mantener una línea económica predecible, proyectar una imagen consistente, sin cambios radicales. Para un país que enfrenta una narrativa pesada proveniente de Estados Unidos, mantener la confianza de los inversionistas se ha vuelto una prioridad.
El golpe a la industria automotriz es innegable. La producción y exportación de vehículos han mostrado signos de desaceleración. En febrero, las exportaciones de autos mexicanos cayeron un 9.2% en comparación con el mismo mes del año pasado.
Las grandes armadoras estadounidenses han hecho presión sobre el gobierno de Trump para retrasar la imposición de aranceles a los vehículos importados desde México y Canadá. Por ahora, la administración estadounidense ha decidido postergar esta medida hasta abril, pero la industria de autopartes sigue sin claridad.
La Agencia Nacional de Proveedores del Sector Automotriz ha señalado que la exclusión de las autopartes de la exención arancelaria es una de las mayores preocupaciones del sector. De acuerdo con la Asociación Mexicana de la Industria Automotriz, si los aranceles entran en vigor, los costos de producción en Estados Unidos podrían aumentar entre un 15% y un 30%, lo que impactaría a consumidores y talleres mecánicos.
La industria automotriz mexicana exporta el 80% de su producción a Estados Unidos, lo que representa el 20% del parque vehicular de ese país. Cualquier alteración en la cadena de suministro puede generar alteraciones de gran escala.
Lo que está en juego no es solo el comercio, sino la estabilidad de un modelo económico que ha permitido la integración de Norteamérica durante décadas. México ha demostrado ser un socio confiable para la economía estadounidense, pero los ataques constantes desde Washington siembran dudas sobre el futuro de la relación.
La renegociación del T-MEC en 2026 se perfila como el próximo gran campo de batalla. Pero, por ahora, con un panorama en constante cambio, la clave será anticiparse a los movimientos y no solo reaccionar a ellos. La incertidumbre no puede marcar el rumbo.
Publicado en El Mañana de Reynosa