Todo cambió. La vida antes de la pandemia por el Covid 19 parece alejarse cada vez más de nuestra mente. Esa confianza con la que desarrollábamos nuestras vidas y hacíamos las actividades cotidianas, quizá no regrese nunca más.
La realidad se tornó muy distinta de cómo la concebíamos, y eso me provoca cierta nostalgia. Ya no confiamos en reunirnos en grupo, por seguridad propia y la de los demás, tampoco en saludar de mano a las personas, y menos en salir de casa sin cubrebocas y gel antibacterial.
Aunque queramos hacerlo, persiste la duda del probable contagio, es inevitable pensar que no todos allá afuera tienen buenos hábitos de limpieza, lo que puede ser peligroso; cualquier descuido puede cambiar nuestras circunstancias y las de nuestra familia. Puede resultar muy caro el precio de descuidarse tan solo un poco, y eso es estresante.
Mis motivos de preocupación frente a este virus son bastantes. Como muchos en estos días, conozco casos de infectados que no han resultado nada bien. En mis redes sociales he visto que algunos conocidos se han infectado y otros tantos desafortunadamente han fallecido.
A veces me cuesta creer en todo lo que ha pasado este 2020, si lo pensamos un poco, es realmente increíble, parece el guión de una película de ciencia ficción, de esas donde el gringo protagonista salva al mundo entero.
Extraño cosas tan pequeñas -y al mismo tiempo tan valiosas- como salir con mi mujer y mi hijo a la calle y comprar un helado, salir a pasear por las calles, e incluso hacer las compras junto a ellos el fin de semana. Pequeños grandes detalles que hacen maravillosa la vida familiar.
Soy diabético tipo dos, hoy más que nunca sigo mi tratamiento lo mejor posible. A pesar de haber caído un poco en las garras de los alimentos que no debo consumir durante todos estos meses, sigo con niveles de glucosa aceptables y eso me tiene tranquilo. No me confío, quiero evitar al máximo poner en riesgo mi sistema, en casa cuidamos mucho la higiene y evitamos riesgos innecesarios, salimos solo a lo urgente. Creo que esto nos ha mantenido a salvo.
No me gusta ser negativo, trato de evitar caer en pensamientos pesimistas con esta nueva realidad, pero en ocasiones he flaqueado un poco, se lo atribuyo un poco al encierro.
Soy de los que cree que no podemos vivir con miedo, que la economía debe reactivarse por el bien de todos, que los sectores no esenciales deben ir camino a la apertura con todos los cuidados; pero también pienso mucho en mi familia, en no poner en riesgo a nadie, y sobre todo, en la importancia de seguir con medidas de precaución sanitaria.
Con todos los problemas que existen en el mundo actualmente, no dejo de pensar en lo afortunado que soy; mis seres queridos y yo estamos bien, y eso es un gran motivo para agradecerle a Dios.
Deseo que este mal que azota al mundo entero pase muy pronto, quiero volver a la vida que teníamos antes. Quiero sentir esa misma confianza otra vez, quiero un planeta sano para mi hijo.