El reloj avanza y la sombra del proteccionismo vuelve a colocarse sobre la economía mexicana. Donald Trump ha confirmado que, a partir de marzo, Estados Unidos impondrá un arancel del 25% a las importaciones de México y Canadá. En el discurso, la justificación es la misma de siempre, seguridad, narcotráfico, inmigración. En la práctica, la medida responde a un cálculo político y económico. Lo que está en juego es la competitividad de la manufactura mexicana, por supuesto, incluida la instalada en Tamaulipas.
El panorama económico de la frontera enfrenta retos clave. Los aranceles pondrán a prueba la fortaleza del sector productivo tamaulipeco, mientras que el programa Hecho en México busca impulsar el contenido nacional en una economía regional dependiente de la exportación. A la par, la oferta laboral para repatriados sigue siendo limitada. En este escenario, el estado se encuentra en un punto donde la capacidad de adaptación definirá su papel en el intercambio comercial binacional.
La frontera ha aprendido a moverse en medio de la incertidumbre. En 2018, la administración Trump aplicó aranceles similares, pero el golpe fue menor porque solo afectaron materias primas. Esta vez, la medida incluye autopartes, electrodomésticos y productos electrónicos, afectando un universo mucho más amplio de la economía. De acuerdo con un análisis del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), los bienes alcanzados por el nuevo arancel representaron más de 20 mil millones de dólares en exportaciones en 2024, lo que equivale al 4.7% del total de exportaciones mexicanas y al 1.5% del PIB nacional. Se trata de un impacto de otro orden, con efectos en manufactura, empleo y crecimiento regional.
El sector automotriz, piedra angular de la industria en Tamaulipas, es uno de los más expuestos a los golpes de la Oficina Oval, de las 123 fracciones arancelarias incluidas en la proclamación presidencial, 68 corresponden a la industria automotriz, desde sistemas de aire acondicionado hasta accesorios para carrocerías. Solo estas fracciones sumaron más de 7,719 millones de dólares en exportaciones a EE.UU. en 2024. Para una industria que opera bajo márgenes muy vigilados por los corporativos y con decisiones estratégicas globales, un arancel del 25% puede ser la diferencia entre la expansión o la reconfiguración de su cadena de producción.
La manufactura fronteriza se enfrenta a un doble desafío. Por un lado, las maquiladoras de la región son un motor de empleo, pero operan bajo un modelo que depende de la exportación de productos terminados a Estados Unidos. Por otro, la estrategia de la presidenta Claudia Sheinbaum para impulsar el programa Hecho en México choca con una realidad estructural, la mayoría de las empresas no generan contenido nacional, sino que ensamblan y exportan. La pregunta es si este plan puede realmente fortalecer la integración de productos mexicanos en un sector que históricamente ha sido dependiente de insumos extranjeros, y cómo sería posible que las empresas se inserten a las cadenas productivas en este contexto.
Sumado a todo este panorama, Tamaulipas enfrenta un reto laboral en su papel como una de las principales puertas de regreso para los migrantes repatriados. A pesar de ser un estado clave en la contención de migrantes repatriados, su capacidad para ofrecerles empleos sigue siendo limitada. De los 50 mil puestos de trabajo disponibles a nivel nacional, a través de las empresas que agrupa el poderoso Consejo Coordinador Empresarial, solo 590 se encuentran en la entidad, una cifra significativamente menor en comparación con estados como Nuevo León (7,379) y Coahuila (2,676).
Cuando se anunció la estrategia para facilitar la inserción laboral de los repatriados, el CCE le manifestó a la presidenta Claudia Sheinbaum su disposición para generar oportunidades en distintos estados del país. Estamos hablando de un gigante que concentra a más de 2 mil empresas y el 80% del PIB nacional, pero cuyo peso aún no se traduce en oportunidades reales para los repatriados en Tamaulipas.
Mientras las amenazas arancelarias avanzan y cada vez parecen más reales, los empresarios buscan estrategias para mantenerse cerca del poder. Algo muy interesante está sucediendo en Monterrey, donde la élite empresarial ha encontrado una nueva vía de influencia en Washington, el acceso directo a la administración de Trump, con un precio de entrada de 250 mil dólares. Un grupo, encabezado por la activista Betty Cárdenas, ha impulsado la coalición Bienvenido Empresarios, que ofrece membresía a un club selecto con acceso a reuniones privadas con el círculo de influencia del mandatario norteamericano. En un contexto donde la política comercial de Estados Unidos es más volátil que nunca, los regiomontanos buscan posicionarse no solo como actores económicos, sino como jugadores clave en la toma de decisiones.
Esta relación entre la élite empresarial y el trumpismo no es casualidad. En 2021, México demandó a fabricantes de armas estadounidenses por facilitar el tráfico ilegal de armamento al país. Entre los acusados se encontraba la Asociación Nacional del Rifle (NRA), con la que Cárdenas mantiene fuertes vínculos. Su influencia no solo radica en el comercio, sino en la política migratoria y de seguridad, cuestiones que el presidente norteamericano ha utilizado como excusa para justificar los aranceles. La estrategia de los hombres del dinero es clara, si el juego se inclina a favor del proteccionismo, la única opción es comprar un asiento en la mesa donde se firman las órdenes ejecutivas.
Mientras Estados Unidos endurece su postura comercial, México apuesta por reforzar su contenido nacional, y los empresarios buscan blindarse ante la volatilidad política de Trump. La frontera no se detendrá, pero las reglas del juego están cambiando. La pregunta es quién logrará adaptarse en esta nueva era de reconfiguración económica.
Publicado en El Mañana de Reynosa