Ciudad ‘Gustavo Díaz Ordaz’: En el nombre se lleva la penitencia

Es tradición en México nombrar oficialmente edificios, calles, colonias, escuelas y ciudades con nombres de personajes que dejaron huella en la historia, aunque muchos de ellos sean políticos con un pasado oscuro y polémico.

Este tema de debate resurge por las declaraciones de Nataly García Díaz, alcaldesa electa de Gustavo Díaz Ordaz —municipio de la frontera norte de Tamaulipas— quien propone eliminar este título y devolverle al pueblo el nombre original que llevó desde 1880 hasta su modificación: San Miguel de Camargo.

Es la ciudad más nueva del estado y fue nombrada así por diputados locales en marzo de 1968, en honor a Gustavo Díaz Ordaz Bolaños, presidente de México en ese momento.

Un gobernante sumamente repudiado por ser el autor intelectual de la matanza de estudiantes el 2 de octubre de ese mismo año, en la Plaza de las Tres Culturas del conjunto urbano Nonoalco Tlatelolco, en la alcaldía Cuauhtémoc de la Ciudad de México.

El número de asesinados como resultado del ataque encabezado por militares sobre una manifestación pacífica sigue siendo incierto. Los análisis del tema estiman que fueron más de 150 y pudiera extenderse hasta 350; la mayoría de ellos eran alumnos de preparatoria y universidad.

Hay mucho que decir sobre esta terrible masacre. Activistas, historiadores, periodistas, políticos y académicos han expresado sus opiniones y evidencias al respecto. Los hechos se resumen en la evidencia del aparato represor que encabezó Díaz Ordaz, y por supuesto, en la complicidad de otros tantos.

Un maravilloso texto de Petteri Taalas, ex Comisionado Ejecutivo de Atención a Víctimas, publicado en el 50 aniversario de esta tragedia, explica con detalle varios aspectos de la misma.

“Fue la brutal culminación de delitos que podrían ser considerados crímenes de lesa humanidad, perpetrados desde el gobierno de México en contra de los estudiantes a lo largo de ese año, caracterizados por las detenciones masivas, arbitrarias e ilegales, y por la planificación detallada y el alto grado de entrenamiento de las fuerzas represivas que participaron en los hechos. Así lo han calificado los sobrevivientes de ese movimiento, quienes exigen que a los responsables se les juzgue por genocidio.”

Liga del texto original, publicado en el portal de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos:

La pregunta es obvia: ¿merece realmente el expresidente ser homenajeado con distinciones como la mencionada? Yo sostengo que no. Enaltecer la memoria de un político malogrado es injusto para la historia de nuestras comunidades.

Lo mismo pesa sobre Luis Echeverría Álvarez, quien fue secretario de Gobernación en ese mismo gobierno federal y, posteriormente, sucesor de Díaz Ordaz en la presidencia de la República. Su nombre también se ve en calles, colonias y demás instalaciones públicas.

El planteamiento del cambio de nombre tiene fundamento en la justicia histórica.

Me pregunto qué pensarán los habitantes de Díaz Ordaz sobre esta idea: ¿estarán de acuerdo?, ¿será algo que desean o algo que no les interesa? Me parece interesante lo que resultará de todo esto.

¿Qué pasaría con la documentación de todos los habitantes? Desde las identificaciones oficiales, la papelería del sistema educativo, los registros catastrales y todo lo que estaría sujeto a cambios.

Es claro que este no es un tema prioritario; la ciudad tiene otras necesidades urgentes.

Como el mejoramiento de los servicios públicos, garantizar la seguridad, mejorar la infraestructura y el equipamiento urbano, aprovechar su posición geográfica para detonar el desarrollo económico, gestionar la atracción de inversiones regionales, nacionales y extranjeras, entre otros rubros.

Solo el tiempo dirá si esta propuesta realmente prospera, o si la historia seguirá siendo contada por quienes insisten en mantener el peso de los nombres que dividen, en lugar de unificarnos.