Vivir en la mentira

Cuesta mucho ser real en un mundo lleno de apariencias. 

El mundo observa y juzga con dureza para dar un veredicto ante cada acierto o desacierto. Nadie se escapa de este juego en el que todos estamos involucrados, juzgar y criticar en un todos contra todos. 

Hoy nadie es realmente libre de dar sus opiniones, vivimos con una máscara amable políticamente correcta para salvar la buena convivencia. Perdemos independencia para no herir y no polemizar. 

Estamos perdiendo voz por la autocensura y estamos lastimando la autenticidad y rasgos que nos componen, para ser aceptados en el caos generado por el reacomodo de conceptos del colectivo. 

Nos rodea la urgencia de ser alguien y de exhibir un supuesto éxito en redes sociales. Asociamos con terquedad el triunfo personal con las posesiones materiales y el número de las reacciones obtenidas en las redes sociales. 

Ser en apariencia no es realmente ser, eso no es existir de manera real, solo da una sensación de alivio y victoria a quienes no se gustan realmente, a quienes se extravían de sí mismos.

Aparentar es vivir la mentira en la mente de otros, es dañarse la autoestima y significa convertirse en un fantasma.