Reflexiones intemporales: Los consejos de Polonio a Laertes

Los buenos deseos de Polonio a su hijo Laertes son conocidos por la famosa escena del acto I, escena III de la obra «Hamlet» de William Shakespeare. Polonio, un consejero de la corte del rey, aconseja a su hijo Laertes antes de que este parta hacia Francia. Los consejos de Polonio son sabios y reflejan la preocupación de un padre por el bienestar y el éxito de su hijo.

Los consejos de Polonio son atemporales y siguen resonando con relevancia. La sabiduría contenida en estas palabras destaca la importancia de la autenticidad, la prudencia en las relaciones, la responsabilidad financiera y la integridad personal. Reflexionar sobre estos consejos al final del año puede ser valioso, ya que nos brindan la oportunidad de evaluar nuestras propias elecciones y acciones.

En este periodo de cierre del 2023, es propicio recordar la necesidad de ser fieles a nosotros mismos, de ser conscientes en nuestras interacciones sociales y de mantener una ética sólida en nuestras decisiones financieras.

La idea de evitar peleas innecesarias y elegir nuestras batallas con sabiduría también resuena como un recordatorio para cultivar la paz y la armonía en nuestras vidas.

La recta final del año es un momento propicio para reflexionar sobre nuestras experiencias, aprender de nuestros éxitos y desafíos, y establecer metas realistas para el próximo año.

Estos consejos sirven como un faro ético que nos guía hacia la autorreflexión y el crecimiento personal. Al incorporar estas enseñanzas en nuestras vidas, podemos encarar el nuevo año con una mayor claridad de propósito y una comprensión más profunda de cómo ser individuos más auténticos y éticos en nuestras acciones y decisiones.

Polonio le da a consejos a Laertes:

POLONIO.- ¡Todavía aquí, Laertes! ¡A bordo, a bordo! ¡Qué vergüenza. El viento sopla en la popa de tu nave, y sólo aguardan tu llegada. Acércate. ¡Que mi bendición sea contigo! Y procura imprimir en la memoria estos pocos preceptos:

No propales tus pensamientos ni ejecutes nada inconveniente. Sé sencillo, pero en modo alguno vulgar. Los amigos que escojas y cuya adopción hayas puesto a prueba, sujétalos a tu alma con garfios de acero, pero no encallezcas tu mano con agasajos a todo camarada recién salido sin plumas del cascarón. Guárdate de entrar en pendencia; pero, una vez en ella, obra de modo que sea el contrario quien se guarde de ti.

Presta a todos tu oído, pero a pocos tu voz. Oye las censuras de los demás, pero reserva tu juicio. Que tu vestido sea tan costoso como tu bolsa lo permita, pero sin afectación a la hechura; rico, mas no extravagante, porque el traje revela al sujeto, y en Francia las personas de más alta alcurnia y posición son de esto modelo de finura y esplendidez.

No pidas ni des prestado a nadie, pues el prestar hace perder a un tiempo el dinero y al amigo, y el tomar prestado embota el filo de la economía. Y sobre todo, esto: sé sincero contigo mismo, y de ello se seguirá, como la noche al día, que no puedas ser falso con nadie.

(Hamlet, Escena III. W. Shakespeare)