El lado dulce del fracaso

Mientras tú esperas alguien más corre directo a la meta. La vida no se detendrá a esperarte, no obtendrás todo eso que quieres sin moverte, sin buscar una estrategia, sin planear tus siguientes pasos… sin trabajar por lograr lo que deseas.

He consumido contenido de superación personal en varias etapas de mi existencia, como muchos he buscado alguna respuesta para avanzar más rápido en mi proceso, para tomar un atajo en el camino y acelerar con fuerza. Lo evidente es que no hay tal secreto. 

Creo que en el fondo todos conocemos las respuestas de lo que estamos tratando de conseguir, en nuestro interior se encuentra el verdadero veredicto de nuestro juicio. Lo interesante es que con frecuencia requerimos una confirmación para seguir marchando. 

También es cierto que no todos sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos, y eso tampoco me parece una condena sin final, pues de alguna manera u otra siempre nos topamos con algo que nos da un mensaje, con una dirección. Aunque quizá no sea lo que esperábamos.

Sueños, muchos sueños. Desde que tengo memoria me he dedicado a construir una utopía personal, porque estoy convencido que la fantasía de vivir lo que uno quiere es un aliciente para trazar ambiciones. Soñar es para mi la esperanza interna de alcanzar lo que se busca, es lo que nos mueve. 

Con el paso del tiempo he ido modificando mis límites, a veces creo disminuir estándares y otras me supero con demasía. Mi circunstancia se va moldeando y trato de aprovechar mis alcances lo mejor que puedo. 

Mientras uno espera alguien ya llegó al final de la carrera. Las comparaciones lastiman mucho, pero en el lapso amargo de sus frutos también dejan grandes lecciones. El trabajo es vital para conseguir todo lo que se anhela.

El miedo nos persigue por naturaleza, nos consume la energía a cuenta gotas cuando no ponemos nuestra fe en nosotros mismos, en el talento y las fortalezas que nos componen.

Jurarnos ser mejor cada día no basta, no basta fiarnos de nuestra inspiración, sino la disciplina construida cada día. 

Corriendo, caminando o trotando, la velocidad no es en sí el propósito. La esencia se encuentra en fracasar tanto que aprovechemos todas las oportunidades que presenta para nuestras vidas.